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UNA BATALLA SILENCIOSA, LA SALUD MENTAL EN EL DEPORTE

La imagen del atleta de élite suele asociarse a éxito, esfuerzo físico y gloria, pero detrás de
los resultados, muchos conviven con presión psicológica, ansiedad, depresión o agotamiento
emocional. En los últimos años, la discusión sobre salud mental en deportistas se ha vuelto
más visible, reflejando una realidad compleja.


Pese a ello, durante décadas hablar de salud mental en deporte fue un tabú. Muchos atletas
que lo sufrían interiorizaban el problema, lo silenciaban o intentaban mantener la fachada de
fortaleza.


La gimnasta Simone Biles fue uno de los primeros grandes nombres del deporte en hacer
visible la enorme presión psicológica tras retirarse de varias finales en los Juegos Olímpicos
de Tokio 2020, priorizando su salud mental por encima de una medalla. Por otro lado, la
tenista Naomi Osaka también decidió apartarse temporalmente del circuito profesional tras
declarar públicamente ansiedad, depresión y el impacto emocional del escrutinio mediático,
mostrando que no basta con el talento cuando la mente está en crisis.
Estos ejemplos ayudaron a derribar tabúes, pero al mismo tiempo pusieron de manifiesto que
el problema es más común de lo que muchos imaginaban, y que no entiende de medallas,
talento o éxito.


Hoy, más deportistas se atreven a hablar; más organizaciones están alertas. Pero los retos
permanecen. En 2025, el tenista Andrey Rublev confesó haber sufrido depresión y
pensamientos suicidas tras una derrota en Wimbledon 2024, admitiendo que aunque obtenía
buenos resultados, internamente vivía un “caos emocional”. Gracias al apoyo psicológico y
asesoramiento, logró recuperar estabilidad y mantener su carrera.


Otro caso reciente es el del defensor del FC Barcelona Ronald Araújo, que este diciembre ha
solicitado una pausa indefinida de la competición por problemas de salud mental, a pesar de
no haber lesiones físicas. Su decisión evidencia que el bienestar psicológico empieza a recibir
la importancia que merece.


En el fútbol femenino, la joven Mary Fowler compartió en su libro que sufrió autolesiones y
pensamientos suicidas al emigrar para jugar en Europa. La presión, aislamiento cultural,
expectativas… un cóctel peligroso que demuestra que la vulnerabilidad puede golpear incluso
a los “talentos prometedores”.


Estas confesiones recientes reflejan un cambio: la salud mental empieza a salir del silencio.
Pero a la vez señalan que la crisis no solo afecta a quienes han alcanzado la cumbre: puede
golpear a jóvenes, a quienes acaban de empezar, a quienes aún conservan su ilusión intacta.

La salud mental y el alto rendimiento no son opuestos, deben ir de la mano si queremos un
deporte más humano, sostenible y respetuoso con quienes lo practican. Un deportista no es
solo un cuerpo en forma, sino una persona con emociones, límites y derecho al bienestar
psicológico. Reconocerlo, cuidarlo y normalizarlo es una tarea urgente.

Clara Camacho

Estudiante del Máster en Gestión Deportiva de la UPV.