La sostenibilidad ambiental, un problema real
El siguiente artículo ha sido elaborado por el gestor deportivo Jesús Chueca García.
El cambio climático es una realidad que puede afectar considerablemente al desarrollo de nuestra vida cotidiana en un futuro cada vez más cercano. El deporte también tiene que poner su granito de arena en esta lucha común de todos y cada vez es más estricto en aspectos relacionados como la sostenibilidad ambiental. Controlar el comportamiento de cada deportista acerca de este espinado tema es algo muy complicado ya que depende de la personalidad de cada uno por lo que las empresas deportivas se han lanzado a crear sus propios planos de gestión ambiental para reducir su huella contaminante en el medio ambiente. Esta transformación hacia una empresa deportiva más eficiente es un proceso que engloba desde el impacto que generan los deportes practicados en el medio ambiente hasta las propias emisiones contaminantes desprendidas desde la instalación en sí.
La interacción que une al deporte con el medio ambiente es muy diversa y debe estudiarse detenidamente para poder elegir el aspecto en el que trabajar. Se podrían diferenciar dos grandes grupos que tienen el deporte como ingrediente común. El primer grupo lo engloban las personas, desde los organizadores de un evento, los atletas que van a participar en la prueba, los espectadores que se desplazan hasta allí y cómo lo hacen y otros aspectos más secundarios como la restauración o la gestión de los residuos que ellos mismos crean. El segundo grupo está más enfocado al material que utilizan los deportistas para practicar su deporte. Cómo se han fabricado por ejemplo esos balones de fútbol que patean los niños de una escuela, o cuántas veces se riega un campo de golf para poder mantenerlo en unas condiciones óptimas o cuál ha sido el efecto que ha tenido la construcción de esa infraestructura deportiva municipal en ese ecosistema.
Sin embargo, la relación entre estos dos grupos tiene un efecto directo en la contaminación, ruido, residuos, la salud, los recursos y la modificación del ecosistema y de la fauna. Estos efectos son conocidos en el argot del área medioambiental como impactos a largo y corto plazo o directo e indirecto. Los impactos a largo plazo son aquellos que más influencia tienen en el medio ambiente y están relacionados con la construcción de las infraestructuras deportivas. Como ejemplo a grandes rasgos, un ayuntamiento decide construir un polideportivo. Para ello, debe realizar un estudio previo con los efectos directos o indirectos que esta construcción va a tener en el ecosistema ya que va a cambiar completamente para poder albergar este pabellón. Además, para poder comenzar las obras, los operarios van a tener que crear un camino para acceder a la zona que tampoco existía en el pasado modificando completamente el entorno y el cual después va a servir para que deportistas y espectadores se desplacen hasta la instalación, siendo este un impacto indirecto a largo plazo. Por último, todo esto provoca un ruido y la creación de unos residuos que se van a tener que almacenar en una zona protegida para después poder vertirlos en un lugar adecuado. La contaminación acústica es quizás la más desconocida por todos pero en Europa mata prematuramente a 16.000 personas cada año según un estudio de El País.
Las implicaciones ambientales del deporte deben ser reducidas al mínimo por las empresas para poder contribuir verdaderamente en la lucha por el cambio climático. No es cumplir la ley por obligación si no combatir de verdad este gran problema que afecta a todos. Es muy importante que las empresas sean conscientes de la gran relevancia que tienen entre manos porque estos cuatro impactos del deporte en la naturaleza crecen a pasos agigantados cada año: el deporte en plena naturaleza, las grandes manifestaciones deportivas, el turismo deportivo y las instalaciones deportivas.
En mi humilde opinión, el deporte en plena naturaleza, que está en pleno boom en los últimos tiempos por su diferenciación respecto al resto, tiene que estar más controlado por las autoridades-federaciones deportivas. Cada paso que da una persona en un sendero al hacer montañismo modifica el medio ambiente y tiene un efecto directo en la evolución que puede tener esa fauna en el futuro. Sin hablar de la responsabilidad que tenga ese deportista a la hora de contaminar con residuos inorgánicos esa zona natural, que solamente cada persona es la que lo puede controlar. Esa modificación del ecosistema que se realiza a la hora de acondicionar un camino para el senderismo también acontece en la construcción de estaciones de esquí, la alteración de una montaña para que se pueda descender en mountain-bike o la propia acotación de una zona navegable en un río para la práctica de rafting, piragüismo o motonáutica. La deforestación, la modificación de cauces, la destrucción de acuíferos son algunos otros ejemplos de impactos.
Las grandes manifestaciones deportivas son otro tipo de eventos muy difíciles de controlar y que tienen un gran impacto en el medio ambiente. Desde la necesidad de obtener mayores recursos como el agua y la energía en un solo lugar provocada por el movimiento de miles de personas hasta el lugar donde se celebra un mundial, un europeo o unos Juegos Olímpicos, que además van a crear una cantidad de residuos muy superior a lo habitual y ante la que hay que saber actuar. A lo que hay que añadir que si estas manifestaciones deportivas se celebran al aire libre como pueden ser los Juegos Olímpicos de Invierno todavía tienen una influencia más directa en el medio ambiente.
Como en menor escala sucede con el turismo deportivo, que está siendo uno de los mayores recursos económicos para las entidades hosteleras a la hora de conseguir clientes. Sin embargo, estas instalaciones se lucran con grandes cantidades de dinero debido a este turismo deportivo que abarca el submarinismo, safaris o raftings por ejemplo, pero ¿luego invierten parte del dinero que han ganado en el medio ambiente para poder mantener ese paraje inhóspito que tanto han explotado por motivos económicos? Es una pregunta que desde la gestoría de una entidad deportiva de este tipo hay que hacerse antes de lanzarte en la difícil aventura del turismo deportivo. Esta conciencia medioambiental tiene que estar encabezada por la dirección de la empresa porque la carencia de instalaciones y el contacto directo con la naturaleza hacen del turismo deportivo un enemigo directo del medio ambiente si los deportistas no se responsabilizan interiormente de sus actos.
Los gobiernos y las propias empresas deportivas están siendo cada día más estrictos en la creación de una legislación, interna y externa, para la regularización del impacto que tiene el deporte en el medio ambiente pero quizás por ahora no es suficiente. La imposición siempre es la solución más fácil para intentar acabar con este problema pero la educación desde los más pequeños debería ser el verdadero argumento para que esto cambie ya que suyo es el futuro.
En imagen: Contaminación observada en el Monte Everest tras años y años de expediciones deportivas – comericales, propias de empresas de turismo deportivo de aventura.