La alegría (o no) de los Juegos Olímpicos
Por lo general, cuando una ciudad sale elegida como organizadora de unos Juegos Olímpicos, es motivo de alegría entre todos los implicados. Vemos imágenes de euforia entre las autoridades y la ciudadanía, ya que se trata del evento deportivo más importante del mundo, y es motivo de orgullo la celebración de tal acontecimiento. Pero, ¿es esta alegría infinita? ¿A qué coste? ¿Son todo ventajas o también hay perjuicios?
Recientemente, el presidente del Tribunal de Cuentas de Francia, Pierre Moscovici, aseguraba que el coste de los Juegos Olímpicos de París 2024 tendría un coste público de entre 3.000 y 5.000 millones de dólares (no es pequeño el rango, pero ese es otro tema). A cambio, se supone que habrá un gran aumento del turismo, se atraerán muchas inversiones y se construirán nuevas infraestructuras, aumentando las tasas de empleo. Todo ventajas. O tal vez no. El ministro de deportes de Australia, Richard Colbeck, y viendo las orejas al lobo, ya ha asegurado que los Juegos Olímpicos de Brisbane 2032, probablemente, supongan un gasto de más de esos 5.000 millones de dólares que se supone que van a costar los de París 2024.
Hasta el año 2012, solía haber una media de cinco ciudades aspirantes a organizar los Juegos Olímpicos. Para 2024, sólo hubo dos ciudades candidatas: París y Los Ángeles, y el Comité Olímpico Internacional decidió que una los organizara en 2024 y la otra en 2028. Roma decidió retirar su candidatura para 2024, e incluso la ciudad alemana de Hamburgo, en 2015, decidió en referéndum rechazar la posibilidad de albergar los Juegos Olímpicos de 2024.
¿Por qué, si supuestamente los aspectos positivos serían muchos más que los negativos? Si viajamos en el tiempo, vemos que los cálculos realizados por el presidente del Tribunal de Cuentas francés no siempre se ajustan a la realidad. En los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976, se sobrepasó el presupuesto original en más de un 700% y, más recientemente, en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016 se sobrepasó el presupuesto en un 352%, o en Tokio 2020 se pasó de un gasto inicial previsible de 7.000 millones a más de 22.000 millones de dólares. Pero no solo es el aumento del gasto económico uno de los perjuicios de albergar unos Juegos Olímpicos. Por ejemplo, en Atenas, la mayoría de instalaciones en las que se desarrollaron los Juegos en 2004 son inutilizables por falta de mantenimiento, así como las de Río de Janeiro, donde tuvieron lugar los Juegos de 2016.
Todo este cóctel de aspectos negativos hace que cada vez sea menos atractiva la posibilidad de organizar unos Juegos Olímpicos, lo que se traduce, como ya he indicado, en un número cada vez menor de ciudades candidatas. ¿Podrá pasar en un futuro con los Juegos Olímpicos, como en otros eventos deportivos, que se organizan por varios países a la vez? La respuesta sin duda es “sí”. El mismo Comité Olímpico Internacional es consciente de estos problemas, y en su 134ª Sesión aprobó una reforma de la Carta Olímpica, incluyendo la opción, en su artículo 32.2 de que “cuando sea apropiado, el COI podrá elegir varias ciudades u otras entidades
Luis Civera
Estudiante del Máster en Gestión de Empresas Deportivas.